miércoles, 13 de agosto de 2014

CALLE DE LAS IMPERTINENCIAS

Cuando en la calle la poesía parece estar de más es que algo no funciona bien. Los problemas del mundo parecen ajenos a la poesía; o más bien a la idea que tenemos de poesía, llena de belleza, ideales y amores bucólicos. Sin embargo, la poesía también puede ser un instrumento eficaz para describir el mundo actual y su problemática, así como para denunciar sus problemas e injusticias. Es la llamada poesía social o de denuncia, que se dedica justamente a eso, a denunciar los problemas sociales: la pobreza, la corrupción política, los engaños de los bancos, la precariedad… pero también la preocupación por el mundo que tenemos y que dejaremos a nuestras generaciones futuras. ¿Qué podemos enseñarles si seguimos en silencio y bajo el yugo del poder? La poesía, pues, se revela como el arma y el escudo con el que alzar la voz y luchar. 

Por algo se dice que hiere más la pluma que la espada. Ante las prohibiciones, las bolas de goma y la represión, los jóvenes queremos ofrecer conocimiento, sensatez y poesía. Y ese es el tipo de poesía que nos ofrece Calle de las Impertinencias, de la mano de tres jóvenes poetas, que prometen mucho y darán mucho que hablar. Cada uno de ellos nos presenta un poemario propio, personal y que no deja lugar a dudas del gran talento que poseen.

Tras un prólogo de la Doctora Xelo Candel Vila (Universitat de València) titulado “Poéticas de la indignación”, se presenta el poemario de Carlos Loreiro, Cinco contra uno. Usando un lenguaje claro y directo, sin adornos ni lirismos innecesarios, Carlos Loreiro plantea cuestiones como la utilidad del arte en el mundo de la globalización (“Robo en la casa de al lado”), el hastío del mundo corrupto en que vivimos (“Un día cualquiera”, “Manifestación”), la muerte (“Entropía o los suburbios de Gamla Stan”) o los modernos rituales de seducción (“Ambas eran plásticas bellezas”, “Es raro que tus bragas”). Y también encontramos espacio para alguna que otra femme fatale como la  Lola de “Me gusta Lola”, rebelde, diferente a todos e indiferente a lo que opinen de ella.

Sus poemas, plagados de referencias a personalidades de la cultura y el arte, requieren un lector atento, formado, que sepa reconocer a los personajes que directamente se nombran (Bach, Galdós, Picasso, Alberti, Rimbaud, Rimski Korsakov, por nombrar algunos de ellos), y que pueda apreciar lo que no se dice pero subyace, como en “Manifestación” o en “Ideología”, en los que señala la pasividad de la gente frente a los abusos y la corrupción, ese no hacer nada que contribuye a que todo siga igual.

Por su parte, El Hambre, presentado por Fran Garcerá nos plantea una crítica social más directa. Su poema de presentación, sin título, simplemente numerado y con el primer verso en versalitas (las ventanas fueron testigo de todo), es una crítica directa de la reacción contra el 15-M desde el poder y desde ciertos medios de comunicación. Y el resto de poemas van en la misma línea, denuncia social pura y dura, tanto en lo referente a temas políticos como a temas sociales y culturales, como el poema III, que nos habla de un amor prohibido por el hecho de ser homosexual. El rechazo, el miedo, la represión… la homofobia que la sociedad es incapaz de desterrar de una vez por todas.

La torre, procedente de
Labyrinth Tarot, de Luis Royo
Este poemario es un dardo para las mentes estancadas, para los inmovilistas y los que creen que todo se arreglará solo. La indignación, la denuncia y el basta ya están presentes en todo momento.  Hay que despertar porque si no el hambre será lo único que nos quede. Y el vacío. Muy acertado en ese sentido el título del poemario, El Hambre, elemento que además aparece de forma constante en los poemas como consecuencia de todo lo malo.
Interesante resulta también la presencia de los niños, que aparecen en un número considerable de poemas, como símbolo de lo puro e inocente, de la ingenuidad ante la vida y sus injusticias, pero también como la parte más amarga de esta realidad, de este mundo sin empleo ni dinero, sin “regalos de navidad para los mayores”. 


El poemario está, además, lleno de imágenes impactantes, que llevan al lector por diferentes sensaciones: “No tienen comida/ porque los insectos se agolpan en la boca de la gente,/ porque donde hay gritos las bocas se vacían,/ porque las moscas se han refugiado donde antes se alojaban sus voces”. Hay versos que te aplastan con una verdad incontestable: “Pero se les ocurrió protestar y no consumir./ No podía permitirse”. Y otra imagen más, que nos hace reflexionar sobre el rumbo político de nuestro país: “¿Dónde guardaste, madre,/ la tirita electoral?/ Búscala deprisa,/ que esta herida vuelve a abrirse,/ encuéntrala despacio,/ que los bisabuelos se despiertan”.

Sin embargo, para este poeta aun queda un resquicio de esperanza, una grieta “por donde entrará la LUZ/ entre tanta oscuridad./ Y no lo olvidaremos./ Saciaremos el hambre,/ aunque aún/ no sepamos cómo”.

Por último, se presenta en Calle de las Impertinencias el poemario Animálcelo, de Merche Ribas, con ilustraciones de Franki Coli. En este poemario de lenguaje abierto (casi rozando adrede el registro vulgar en ocasiones), aunque con referencias cultas varias, esta poetisa se constituye como una voz con particularidades propias que la separan de la música hacia otros ámbitos menos literarios.

Animálcelo  usa, como decíamos, un lenguaje abierto, casi vulgar. En realidad es un lenguaje urbano y directo, con referencias al registro coloquial que podríamos escuchar en cualquier conversación, “cuando les pida perdón de mis partes”. Usando, pues, este lenguaje directo aborda temas como la exclusión de la poesía en el mundo de la globalización (“Sobre el hueco del verso/ se levanta el imperio/ de Dior y Chanel.”), el inmovilismo de la sociedad (en el poema “Nini Lerele”) y el clima de desesperanza que nos domina (“Nana”, “Ícaro” y “Alba negra”). 


Recomendamos sin duda Calle de las Impertinencias para todos aquellos que gusten de la poesía y de su vertiente social. Y también para quienes deseen adentrarse en la poética desde un punto de vista diferente, sin flores ni labios sonrosados, sino con justicia y sensatez, alzando la voz y diciendo “ya basta, dejadnos construir nuestro destino”. 


Libertad guiando al pueblo, Delacroix

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