Se
me cierran los ojos.
Ascensores.
Me
pesa la cabeza.
Rampas.
Me
esfuerzo en no dormir.
Salvaescaleras.
Nadie
me observa, todos miran al megáfono con alopecia.
Soniquete,
soniquete, soniquete.
El
megáfono sigue hablando. Sillas de ruedas ahora.
¿Cómo
pude caer en este agujero negro?
¿Seguía
a Alicia o a mi propio conejo apresurado? ¿Dónde estás, conejo?
"No
tengo tiempo, no tengo tiempo"
Pero
es mentira... tiempo me sobra.
El
tiempo me mira.
El
tiempo me sonríe.
El
tiempo me acorrala.
El
tiempo me aplasta.
Me
aplasta mientras el megáfono con alopecia continúa: extintores, luces de
emergencia, salida de incendios... Las
ventanas de ventilación me asfixian. Viguetas, fajones, puertas abatibles...
Soniquete, soniquete, soniquete.
Soniquete, soniquete, soniquete.
¿Dónde
estás, conejo? ¿Dónde estás, Alicia?
Se
fueron. Me han cambiado los cuentos. Se acabaron los cuentos, en realidad... El
final feliz no existe. El
final solo es el final.
Pantalla en negro.
Pantalla en negro.
Cinco
minutos más y vendrá el pitido de una muerte anunciada, o tal vez de un
nacimiento inesperado. ¿Un
Benjamin Button tal vez?
No
hay fotos de la ejecución.
No
hay fotos del nacimiento.
No
hay fotos de vida.
¿Existió,
entonces?
¿Dónde
está esa imagen que vale más que mil palabras? ¿Sin imágenes, no hay
existencia?
Parece que también caducó el cogito ergo sum. Hoy somos más de
twitter (¿ergo sum?).
Barreras
arquitectónicas, rampas, medidas mínimas, escalones, más rampas, ascensores
empotrados, señales luminosas, señales acústicas (cómo no)...
Ejecución,
ejecución, ejecución.
Sin
Alicia, ni conejo, ni príncipe azul, ni lobos, ni caperucitas... perdida.
¿No
eran cinco minutos? Ya llevamos diez.
Bajar el ascensor a cota de zaguán...
Alicia
y rampas.
El
conejo y ascensores.
El
príncipe azul y un par de extintores.
El
lobo y señales luminosas.
Caperucita
y señales acústicas...
¡¡¡Que ME corten la
cabeza!!!
¿Quién me mandaría a
mí apuntarme a estos saraos?
Se acabó el
soniquete. El megáfono con alopecia se ha quedado sin pilas.
Silencio, silencio,
silencio.
Tu relato? Me ha parecido la pesadilla de un delineante o arquitecto, obsesionado con rampas, ascensores y escaleras. También podría ser con mayor motivo la pesadilla de un minusválido persiguiendo al conejo blanco. De cualquier manera es muy plástico. Que no te corten la cabeza y al de la alopecia, mejor lo obviamos. Un gusto leerte.
ResponderEliminar¡Muchas gracias Malén! Es una pesadilla, sí. La pesadilla de sentirse atrapada en un mundo que nos limita. Celebro que no quieras que me corten la cabeza ;) Gracias por leerme. ¡Un saludo!
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