domingo, 11 de enero de 2015

HELGA

Hay miradas que lo cambian todo. Eso me sucedió cuando te conocí, gracias a ti por fin mi suerte viró su rumbo, volviendo a la ruta correcta, alejada de sirenas y monstruos. Llegaste después de unas horas de miedo y tensión, estábamos todos al borde del abismo.  Nuestras vidas pendían de un hilo, del capricho de Átropos, hilandera voluble que jugueteaba nerviosa con las tijeras. Desperté confusa y entonces sucedió el milagro. La enfermera entró sonriente, te puso en mis brazos y me miraste por primera vez con tus ojitos dulces, asomándote al mundo con inocencia y ternura. En ese momento lo supe. Por fin tenía una mirada en la que sostenerme.