La llaman reina de las
diosas, la más coqueta, la más hermosa… canta Serena (más bien desafina) mientras continua
con su frenético afilar de cuchillos arriba y abajo. También baila alegre al
ritmo de la música y de vez en cuando echa un vistazo adonde está Paula. Sigue
dormida, todo está saliendo a la perfección.
Le da un par de palmaditas a Paula en la cara.
“Despierta. Es tu momento, gran reina…” Paula despierta sobresaltada y forcejea
con las cuerdas que la tienen amarrada a la mesa. Quiere gritar pero no puede,
está amordazada. “Bienvenida a tu gran fiesta, reina del baile”, Serena habla
inclinada sobre Paula, con ojos de locura placentera. Paula abre mucho los ojos
en un gesto de horror… ¿cómo ha podido secuestrarla esta tipeja loca? Y peor
aun… ¿quién es? Forcejea de nuevo con las cuerdas pero es inútil.
“¿Recuerdas a esta chica?”, le dice Serena enseñándole
una foto de una adolescente con cara inexpresiva, que transmite un gran vacío y
mucha soledad. O quizás sea algo más. Paula empieza a comprender quién es esa
loca y por qué están allí las dos, diez años después. Aquella chica que
consiguió para su hermano Samuel y sus amigos… ¿cómo es posible? Estaba
convencida de que no había sobrevivido a aquello. ¿Cómo la había encontrado?
“Sí, soy yo… Serena”. Estaba irreconocible… mucho
más delgada, aunque daba la impresión de ser más fuerte, no parecía la
pusilánime a la que metió en un infierno. Sigue amordazada y al intentar hablar
solo consigue tener un ataque de tos. “Shhh… tú no tienes derecho a hablar,
puta. Ahora mando yo”, susurra Serena mientras le enseña un cuchillo a Paula y
sonríe.