La brisa fresca de abril me aparta el pelo de la
cara. Me dejo envolver por ella y no hay más que calma y serenidad. Es mi
momento… me lanzo al vacío. La velocidad es vertiginosa y grito horrorizada,
adelantándome en el tiempo. Me veo aplastada contra el suelo.
El tópico de la vida que pasa ante tus ojos es una
burda mentira, no es el pasado lo que se ve sino el futuro inmediato, con el
cuerpo en el suelo en una tétrica posición y sobre un confortable charco de
sangre.
Sin saber cómo, alguien que responde por mí (o tal
vez yo misma, quién sabe) recuerda la anilla maravillosa y tira de ella. El
tirón que me impulsa de nuevo hacia arriba corta mi horrorizado grito. Me
siento confusa y contrariada, ya no tiene sentido gritar… estoy salvada.