Llevo
una venda en los ojos,
como pintan a la fe,
no hay dolor como esta gloria,
de estar queriendo sin ver
como pintan a la fe,
no hay dolor como esta gloria,
de estar queriendo sin ver
¡Piiiiiiiit! “Son las 6h de la mañana, ¡buenos días currantes!”
Radio-despertador, un día más… De un manotazo hago callar a la locutora de
radio con voz cantarina, maldiciendo al bendito espabilado que le dio el
programa de las mañanas y me desperezo con desgana. Me permito 5 minutos más en
la cama, y luego otros cinco, y otros cinco… y me quedo dormido. Cuando
despierto son las 9h. Estupendo, llego dos horas tarde, pero da igual. Tengo
una buena excusa.
Me encamino al baño y enciendo el grifo de la
bañera. Agua templada para un baño relajante. Total, ya llego tarde, qué más
da…
Mientras se llena la bañera enciendo también un par
de baritas de incienso con olor a canela y las dejo en la repisa. Enchufo el
reproductor y elijo el último disco de mis grandes éxitos: “Pepe Caracolilla
canta maravillas”. Le doy al play y la música empieza a sonar, machacona en mi
cabeza y machando aun más mi alma. “Amarguuu-raaaaaaaa…”, suena mi voz en el
aparato.
Voy hasta la cocina y me sirvo una copa de cava, mi
desayuno favorito, lo paladeo despacio y luego vuelvo al baño para desnudarme
sin prisas. Me miro en el espejo y solo reconozco al producto, al de la portada
del disco, con camisa de lunares, pelo engominado y pose flamenca. Nada queda del chico que tocaba la guitarra
con entusiasmo, el que tenía ilusiones y sueños, el que quería ser el nuevo
Paco de Lucía y pasaba horas ensayando Entre dos aguas para demostrarse lo bueno que era.
Ya me lo advirtieron los gitanos en aquella feria en
la que actué con tan solo 17 años: “Quillo,
ten mucho cuidaíto, que el mundo de la farándula es mu’ malo y si no te cuidas
bien, te mangonearán y acabarás desapareciendo. O peor aun, perderás tu
duende”. Y cuánta razón tenían… la
discográfica convirtió a José Ruiz, joven promesa del flamenco, en Pepe Caracolilla. Poco a
poco fueron introduciendo cambios en la parte instrumental, en la temática de
las canciones, en mi propia imagen… Al final Pepe Caracolilla no era más que un
producto prefabricado, hecho de gomina, lunares, gorgoritos y temas de un mal
llamado flamenco fusión (nada que ver con lo que realmente significa la
expresión), que en realidad era un estilo hortera consistente en cantar canciones modernas con aire flamenco o
canciones flamencas a ritmo de jazz o de cualquier cosa que no fuese flamenco.
En definitiva, Pepe Caracolilla no es más que una marioneta que baila el son
que su discográfica impone. Y de José Ruiz nunca más se supo… lástima, era buen
chaval, creo.
Pero es ese Pepe Caracolilla quien me mira ahora desde
el espejo, con aspecto cansado y me dice que espabile, que se hace tarde (más
aun). Tiene razón. Se ha hecho realmente tarde, para todo. Ya no soy capaz de
separar a José Ruiz de Pepe Caracolilla, ni de escuchar mis discos o ver mis
actuaciones sin sentir que una nube negra y amarga se cierne sobre mí. Suena ahora mi versión más flamenca de Callejuela sin salía: "Y en mi calle sin salía ya no puedo caminar. Ni de noche, ni de día, ni pa'lante, ni p'atrás"... y es justo eso lo que siento. Estoy varado.
Si al menos mi María estuviera aquí… siempre
elegante y bonita, tenía un aire a aquellas artistas del cine clásico, tan
divas pero a la vez tan frágiles y preciosas. Cuando publiqué el tercer disco,
en el que se incluyó una versión de Todo
es de color a dueto con una rapera, dijo que ya no sabía dónde estaba su
José, que el tal Pepe Caracolilla era un mamarracho y que adiós muy buenas, ahí
te quedas pringao. A partir de ese momento empecé a odiar a Pepe Caracolilla.
Pero ella no está aquí y cada vez se hace más tarde.
“No tengo tiempo, no tengo tiempo”, parece repetir en mi cabeza una y otra vez
el conejo de Alicia en el País de las
Maravillas.
Y con ese pensamiento me meto en la bañera
desbordando el agua tibia y me acomodo, apoyando la cabeza en uno de los
extremos y estirando las piernas. Excepto por la música, o precisamente por
ella, siento un torbellino que se acerca arrasador. Saco medio cuerpo de la
bañera y alcanzo el reproductor, la canción está acabando. Justo cuando empieza
a sonar A ciegas lo dejo caer en el
agua.
Por fin mi música me es realmente útil.
Este texto puede leerse también en el Periódico mexicano La verdad:
http://periodicolaverdad.mx/romance-de-pepe-caracolilla.html
Triste víctima del negocio del arte. La vida, quilla, la pela es la pela. Como siempre, me ha encantado esta manera tuya de recrear vidas anónimas, leerte es como descubrir con la mirada a través de una rendija. Un beso.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias! Mirar a través de una rendija puede descubrirnos mundos maravillosos (con final feliz o no... eso ya es otra cosa, jjejeje). Me alegra que te haya gustado. Un besazo
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