martes, 21 de octubre de 2014

ROMANCE DE PEPE CARACOLILLA


Llevo una venda en los ojos,
como pintan a la fe,
no hay dolor como esta gloria,
de estar queriendo sin ver



¡Piiiiiiiit! “Son las 6h de la mañana, ¡buenos días currantes!”

Radio-despertador, un día más…  De un manotazo hago callar a la locutora de radio con voz cantarina, maldiciendo al bendito espabilado que le dio el programa de las mañanas y me desperezo con desgana. Me permito 5 minutos más en la cama, y luego otros cinco, y otros cinco… y me quedo dormido. Cuando despierto son las 9h. Estupendo, llego dos horas tarde, pero da igual. Tengo una buena excusa.


Me encamino al baño y enciendo el grifo de la bañera. Agua templada para un baño relajante. Total, ya llego tarde, qué más da… 

Mientras se llena la bañera enciendo también un par de baritas de incienso con olor a canela y las dejo en la repisa. Enchufo el reproductor y elijo el último disco de mis grandes éxitos: “Pepe Caracolilla canta maravillas”. Le doy al play y la música empieza a sonar, machacona en mi cabeza y machando aun más mi alma. “Amarguuu-raaaaaaaa…”, suena mi voz en el aparato.

Voy hasta la cocina y me sirvo una copa de cava, mi desayuno favorito, lo paladeo despacio y luego vuelvo al baño para desnudarme sin prisas. Me miro en el espejo y solo reconozco al producto, al de la portada del disco, con camisa de lunares, pelo engominado y pose flamenca.  Nada queda del chico que tocaba la guitarra con entusiasmo, el que tenía ilusiones y sueños, el que quería ser el nuevo Paco de Lucía y pasaba horas ensayando Entre dos aguas para demostrarse lo bueno que era.

Ya me lo advirtieron los gitanos en aquella feria en la que actué con tan solo 17 años: “Quillo, ten mucho cuidaíto, que el mundo de la farándula es mu’ malo y si no te cuidas bien, te mangonearán y acabarás desapareciendo. O peor aun, perderás tu duende”. Y cuánta razón tenían…  la discográfica convirtió a José Ruiz, joven promesa  del flamenco, en Pepe Caracolilla. Poco a poco fueron introduciendo cambios en la parte instrumental, en la temática de las canciones, en mi propia imagen… Al final Pepe Caracolilla no era más que un producto prefabricado, hecho de gomina, lunares, gorgoritos y temas de un mal llamado flamenco fusión (nada que ver con lo que realmente significa la expresión), que en realidad era un estilo hortera consistente en  cantar canciones modernas con aire flamenco o canciones flamencas a ritmo de jazz o de cualquier cosa que no fuese flamenco. En definitiva, Pepe Caracolilla no es más que una marioneta que baila el son que su discográfica impone. Y de José Ruiz nunca más se supo… lástima, era buen chaval, creo.

Pero es ese Pepe Caracolilla quien me mira ahora desde el espejo, con aspecto cansado y me dice que espabile, que se hace tarde (más aun). Tiene razón. Se ha hecho realmente tarde, para todo. Ya no soy capaz de separar a José Ruiz de Pepe Caracolilla, ni de escuchar mis discos o ver mis actuaciones sin sentir que una nube negra y amarga se cierne sobre mí. Suena ahora mi versión más flamenca de Callejuela sin salía: "Y en mi calle sin salía ya no puedo caminar. Ni de noche, ni de día, ni pa'lante, ni p'atrás"... y es justo eso lo que siento. Estoy varado. 

Si al menos mi María estuviera aquí… siempre elegante y bonita, tenía un aire a aquellas artistas del cine clásico, tan divas pero a la vez tan frágiles y preciosas. Cuando publiqué el tercer disco, en el que se incluyó una versión de Todo es de color a dueto con una rapera, dijo que ya no sabía dónde estaba su José, que el tal Pepe Caracolilla era un mamarracho y que adiós muy buenas, ahí te quedas pringao. A partir de ese momento empecé a odiar a Pepe Caracolilla.
"Tenía un aire a aquellas artistas del cine clásico"

Pero ella no está aquí y cada vez se hace más tarde. “No tengo tiempo, no tengo tiempo”, parece repetir en mi cabeza una y otra vez el conejo de Alicia en el País de las Maravillas.

Y con ese pensamiento me meto en la bañera desbordando el agua tibia y me acomodo, apoyando la cabeza en uno de los extremos y estirando las piernas. Excepto por la música, o precisamente por ella, siento un torbellino que se acerca arrasador. Saco medio cuerpo de la bañera y alcanzo el reproductor, la canción está acabando. Justo cuando empieza a sonar A ciegas lo dejo caer en el agua.

Por fin mi música me es realmente útil.





Este texto puede leerse también en el Periódico mexicano La verdad: 
http://periodicolaverdad.mx/romance-de-pepe-caracolilla.html

2 comentarios:

  1. Triste víctima del negocio del arte. La vida, quilla, la pela es la pela. Como siempre, me ha encantado esta manera tuya de recrear vidas anónimas, leerte es como descubrir con la mirada a través de una rendija. Un beso.

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    1. ¡Muchísimas gracias! Mirar a través de una rendija puede descubrirnos mundos maravillosos (con final feliz o no... eso ya es otra cosa, jjejeje). Me alegra que te haya gustado. Un besazo

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