Hay miradas que lo cambian todo. Eso me sucedió
cuando te conocí, gracias a ti por fin mi suerte viró su rumbo, volviendo a la
ruta correcta, alejada de sirenas y monstruos. Llegaste después de unas horas
de miedo y tensión, estábamos todos al borde del abismo. Nuestras vidas pendían
de un hilo, del capricho de Átropos, hilandera voluble que jugueteaba nerviosa
con las tijeras. Desperté confusa y entonces sucedió el milagro. La enfermera
entró sonriente, te puso en mis brazos y me miraste por primera vez con tus
ojitos dulces, asomándote al mundo con inocencia y ternura. En ese momento lo
supe. Por fin tenía una mirada en la que sostenerme.