dejé de quererte,
aunque siga queriéndote
más allá de la muerte;
y acaso no comprendas,
en esa despedida,
que, aunque el amor nos une,
nos separa la vida.
José Ángel Buesa
Por fin en
casa, las 16h. Estoy agotada, maldito calor. Menos mal que tenemos aire
acondicionado. “Ya estoy en casa. ¿Hola? ¿Juan?”. Parece que no está… ¿dónde
habrá ido? Da igual, seguramente estará en casa de su hermana, como muchas
tardes, jugando con los sobrinos pequeños. Voy directa a la ducha.
Nada como
una ducha refrescante para quedarse como nueva. Ahora una bata fresquita y como
una reina, oye. Pero… ¿qué es eso? Un sobre en la almohada… Ya está Juan con
sus detallitos románticos, es un amor. A ver qué dice esta vez. En el sobre:
“Para Marcela. Te quiero”. Aisss, es taaaaan mono. Voy a tener que inventarme
algo para animarle; desde que se quedó sin trabajo está muy apagado… A ver qué
dice la carta, ¡qué nervios!
Marcela, mi Marcela: Te quiero. Ya sé que
últimamente no estoy tan cariñoso, pero te quiero igual como el primer día. En
realidad… te quiero desde el día en que te conocí. Sin remedio.
En cuanto abro los ojos por la mañana… te
quiero. Te quiero aunque despiertes con tu melena rizada hecha una maraña y un
humor de perros (o te quiero por eso, también).
Te quiero cuando sales de la ducha, ya
despierta del todo y sonriente, y me das el beso de buenos días.
Te quiero cuando te miras mil veces en el
espejo antes de decidir qué ropa ponerte. Me gusta observarte desde la cama,
aunque eso me recuerde irremediablemente mi desempleo (antes ambos nos
vestíamos con prisas para ir a trabajar).
"Te quiero cuando te miras mil veces en el espejo..." |
Te quiero cuando sales corriendo de casa,
creyendo que llegas tarde al trabajo y gritando “No tengo tiempo”, cual conejo
de Alicia. Aunque luego siempre llegas a tiempo. Tú tan activa y yo… solo un
parado más.
Te quiero cuando te acuerdas de mí entre
reunión y reunión y de repente recibo una foto tuya con cara de chica mala, o
de chica buena y dulce (según los ánimos e inspiración de las musas). A veces
me apetece corresponder a tu iniciativa, pero no consigo más que ver a un tipo raro en las
fotos, con cara de huésped del corredor de la muerte.
Te quiero cuando llegas del trabajo y te
lanzas sobre mí como un cariñoso osito panda. Me encanta que aun te alegres de verdad de verme (al menos alguien lo
hace). O tal vez solo te alegras de estar de vuelta, de volver a tu territorio.
Y yo soy parte de él, de tus posesiones, quizás. Un objeto… nada más.
"Te quiero por las noches, cuando el sexo se convierte en nuestro lenguaje secreto..." |
Te quiero por las noches, cuando el sexo se
convierte en nuestro lenguaje secreto y también cuando lo obviamos y solo nos
comemos a besos, nos hacemos cariñitos o nos dormimos abrazados. Aunque
últimamente hemos hablado poco en nuestro lenguaje secreto…
Te quiero, ¿te lo he dicho ya?
Te quiero, sí. Cuando sonríes, sobre todo
cuando veo esos hoyitos de felicidad en tus mejillas.
Te quiero también cuando te enfadas y hablas
atropellada y te pones roja de pura vehemencia y de repente das la vuelta y me
dejas con cara de bobo. Te quiero luego, cuando arreglamos el enfado (aunque
intentes hacerte la dura) y no sabes muy bien qué decir, te sonrojas y solo me
abrazas y me susurras al oído que me quieres. En ese instante me creo capaz de
todo… ojalá pudiera sentirme siempre así.
Te quiero, aunque a veces te vuelvas irascible
y te enfades por tonterías. Te quiero porque sé que habitualmente tienes razón,
aunque no sean asuntos importantes; y también porque sé que esos enfados duran
2.17 minutos (te he cronometrado, pequeña).
Te quiero porque solo tú eres capaz de
arrancarme una sonrisa. Y ya sabes que en los últimos meses las vendo caras
(quizás demasiado… quizás no).
Te quiero por ser mi apoyo.
Te quiero por ser mi amiga.
Te quiero por ser mi amante.
Te quiero por ser mi compañera.
Te quiero por tu paciencia conmigo. Por
aguantar mis manías. Por ayudarme a no culparme por mis fracasos (tú ni
siquiera los consideras así). Por ser mi baluarte en estos tiempos sin
esperanza.
Te quiero tanto que no soporto la idea de ser
un lastre para ti. Y no soporto que esto haya dejado de ser una idea para
convertirse en una realidad; no creas que no veo tus ojeras, que no escucho tus
llantos a escondidas, que no siento el peso de tu cansancio.
Te quiero. Eso nunca lo dudes.
Te quiero tanto que he decidido soltarme de ti
como el lastre que soy. Tal vez cuando leas esto ya lo sepas, tal vez no.
Pronto recibirás la llamada buscando familiares de Juan Talavera.
Sé fuerte.
Te quiero, siempre en presente, siempre TE
QUIERO. Te esperaré en la eternidad.
Cuando te pregunten qué pasó, solo diles que…
Te quiero.
JUAN
Este texto puede leerse también el Periódico mexicano La Verdad:
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