Ahí está. Tony, el más callado de los seis. Siempre
en la retaguardia, casi invisible. Excepto cuando tenía a Serena atada y
amordazada. En esos momentos el callado y tímido Tony se sentía poderoso y jugaba
a ser Dios. Se convertía en un desalmado que se divertía torturando a Serena. Primero
psicológicamente: “eres una puta”, “no vales nada”, “estás muerta”. Y luego
físicamente: golpes, quemaduras de cigarrillo, cortes de bisturí, arañazos con
púas de metal…
Jamás abusó de ella sexualmente, simplemente se
dedicaba a torturarla, a humillarla y minarle la autoestima. A él nunca le
interesó el sexo con Serena, incluso le costaba tener erecciones. Lo suyo era la violencia, le causaba más placer. Su misión
era dejarla débil, tanto física como psicológicamente, para que su resistencia
ante los abusos de los demás fuese menor, por baja autoestima o solo por
agotamiento físico. Sin embargo, Serena solo pensaba en devolver todos y cada
uno de los golpes y humillaciones recibidas.
Y ahí tenemos al tímido Tony, saliendo de su
concesionario de coches de gama alta. Serena lleva días vigilando sus pasos.
Hasta ahora ha conseguido saber que es el dueño del concesionario y que tiene
dos trabajadores. Ana, su secretaria y esposa, una mujer completamente
ignorante del pasado de su marido (o tal vez solo una ignorante), aunque eso no
la ha librado de disfrutar o quizá sufrir algunas sesiones de dominación/sumisión
en su alcoba. Tiembla al pensar que su marido le pida otra, no cree que pudiera
resistirlo.
Y Alessandro, un comercial enviado desde la central
de la empresa. Ni siquiera es de allí, lo que supone que desconoce a Serena y
toda su historia por completo. Alto, moreno, ojos verdes… atractivo en general,
y además simpático y amable, aunque posiblemente por inercia, dada su profesión.
— Buenos días. ¿Necesita ayuda, señorita? — el
vendedor se acerca con su cara de galán. Piensa que siempre funciona con las
treintañeras bonitas, como Serena.
— Estoy buscando un coche grande, para poder meter a
toda la familia.
— ¿Familia numerosa? —se interesa, profesional.
— No exactamente. Mis padres dependen de mí y muchas
veces me toca ocuparme de mis sobrinos. Familia numerosa, pero soltera —aclara
una sonriente Serena, aparentando ser una joven abnegada con su familia.
— Bien, en ese caso creo que lo que necesita es…
— Espere. Tengo que ser sincera… quiero ver modelos y
precios y comparar. No estamos en mi casa como para derrochar —responde con
inocencia muy bien fingida.
— Entiendo… Permítame enseñarle nuestro modelo de
coche familiar. Con líneas deportivas y elegantes, con…
Media hora después, Serena se ha ganado la confianza
de Alessandro, haciéndole ver que le interesan tanto el coche como él mismo. Y
con esa misma excusa volverá los días siguientes. En apenas tres días el guapo
comercial está convencido de que la tiene en el bote y Serena ya controla los
horarios de Tony.