Es el turno del segundo de
nuestros profesores de película: Pierre Dulaine. Hay que resaltar que, a
diferencia del Profesor Holland (a quien dedicamos la primera parte de este artículo sobre cine y educación) el Pierre Dulaine de la película Déjate llevar es un personaje real:
un profesor de baile que propició la aparición de toda una serie de programas
gratuitos de danza para los alumnos más conflictivos de los institutos de Nueva
York.
Estamos ante una cinta que
a simple vista parece una película de baile, un ejercicio artístico capitaneado
por el polifacético Antonio Banderas. Sin embargo, solo hay que rascar un poco
para ver que su propósito es diferente. Esta película habla de educación, pero
no de cómo enseñar lengua y literatura o matemáticas, sino de la educación en
actitudes, valores y normas, algo cada vez más necesario en la educación y que
cualquier profesor debe tener en cuenta, pues se trata de una materia
transversal que atraviesa todo el currículum y que es absolutamente
imprescindible para formar a sus alumnos. El baile solo es el pretexto para
articular la historia, una forma atractiva de presentarla: los pasos elegantes,
la música, el escenario… es el contexto perfecto.
Desde el inicio se nos
presentan dos ambientes que conviven: el marginal y el de la élite. Las
diferencias sociales se ven ya en los primeros segundos, cuando se nos van
presentando los personajes solo con imágenes y los vemos preparándose para
salir un sábado. Las diferencias en el vestuario y los lugares a los que acuden
son notables. Tenemos por un lado el ambiente de la élite, representado por
Pierre Dulaine, su academia de baile y sus alumnos de nivel avanzado. Por sus
lujosos vestidos largos de finas telas, sus peinados sofisticados y su depurada
técnica de baile, así como también por sus modales exquisitos, aunque en
algunos personajes se tiñen de cierta soberbia. Y por otro lado tenemos el
ambiente marginal, el de los chicos del instituto, conflictivo, con carencias
económicas y situaciones familiares complicadas. Drogas, violencia, muerte,
prostitución…
Dulaine se presenta en el
instituto, uno de los más conflictivos de Nueva York, y se ofrece para dar
clases, tras presenciar cómo uno de sus alumnos destroza el coche de la
directora, porque está convencido del poder de su disciplina (los bailes de
salón) para inculcar a los chicos una educación en valores y normas.
Y aquí llaman la atención
todas las medidas de seguridad que hay en el colegio (otra marca del ambiente
marginal): detectores de metal, revisión de las pertenencias, cacheo… Y además,
la actitud en guardia de la directora, que se asemeja a un funcionario de
prisiones, dando órdenes a los alumnos por los pasillos. Por si esto fuera
poco, hay problemas económicos de fondo, lo que refuerza este clima negativo en
el centro, ya que se producen ciertos conflictos de intereses entre la
directora y un profesor que pide más recursos: “Augustine, tenemos que premiar
a los chicos que destacan, dándoles incentivos”. Pero su respuesta es tajante:
“Este es mi instituto y yo decido lo que es una prioridad”. Y haciendo uso de
esa autoridad acepta la propuesta de Dulaine, pero porque considera que
aprender bailes de salón será como un castigo para los alumnos conflictivos. No
cree que esas clases puedan tener ningún efecto positivo por sí mismas.
La primera clase es un
fracaso. Los alumnos simplemente deciden abandonarla y Dulaine no reacciona,
ellos se resisten al baile de salón porque lo ven como algo anticuado y cursi.
Y cuando ya cree que no podrá hacerse con ellos, Dulaine descubre la clave:
vincular lo que pretende enseñarles con los gustos de los alumnos. Aquí tenemos
una de las claves de la educación: la motivación. Para los alumnos de Dulaine,
la motivación vendrá de la mano de la sensualidad del baile y del aliciente del
premio de 5.000 dólares del concurso de baile que se celebra en la ciudad a
finales del curso.
Los alumnos, además, van
tomando progresivamente confianza con su profesor, otro punto clave para la
educación en general, y para la educación en valores que Dulaine pretende
inculcarles en particular. Prueba de ello son las conversaciones privadas que
tiene con diferentes alumnos, en las cuales estos le cuentan sus problemas y le
piden que les ayude. Él lo intenta en la medida de lo posible, haciéndoles
reflexionar para que ellos mismos lleguen a sus propias conclusiones y elijan
el camino correcto. Como buen profesor, les guía en el descubrimiento del
conocimiento, en lugar de darles directamente la respuesta.
Un punto que llama la
atención en esta película es el contraste entre la actitud de Dulaine hacia la
educación y la actitud del resto de profesores del centro, quienes se oponen a
las clases de baile, porque consideran que los alumnos deberían mejorar en
matemáticas o lengua, y no aprender bailes de salón. Por ello, se convoca una
reunión para tratar esta cuestión con los padres, y el profesor que más se
había quejado expone su opinión, afirmando que es “poco práctico” que los
alumnos aprendan bailes de salón, porque cree que es algo que no van a usar
nunca. Dulaine responde lo siguiente: “Lo que es poco práctico es crear una
línea divisoria y que algunos chicos tengan derecho a aprender y otros no. […]
Hacer algo, lo que sea, es difícil. Es más fácil culpar a tu padre, a tu madre,
al entorno, al gobierno, a la falta de dinero… Pero aunque encuentres algo o
alguien a quien culpar, eso no hace que desaparezcan los problemas”.
Tras esto, solicita a la directora que dé unos pasos de baile con él y después, ante las caras de extrañeza de los padres explica: “Verán, si ella deja que la guíe es que confía en mí. Pero además, confía en sí misma. Bien, si su hija de 16 años se siente fuerte y segura y confía en sí misma, ¿creen que es posible que algún idiota la deje embarazada? Y si su hijo aprende a tocar a una chica con respeto, ¿cómo tratará a las mujeres a lo largo de su vida? Señoras y señores, eso es lo que yo hago aquí en este instituto: enseño baile, y con ello, las normas que enseñarán a sus hijos el respeto, el trabajo en equipo y la dignidad. Y eso les ayudará a darles una visión del futuro que no les abandonará, una visión del futuro que siempre tendrán”.
Aplicando esta doctrina de
educación en valores, los alumnos no solo aprenden bailes de salón, aprenden
también a trabajar en equipo, a respetarse a sí mismos y a los demás. Aprenden
incluso a disipar el clima de violencia y odio que domina sus vidas.
Y llegan el final de curso
y la ansiada competición, donde los alumnos sorprenden a todos los presentes
con su estilo. Aunque eso no evita que poco a poco vayan eliminando a todas las
parejas. Sin embargo, dos de los alumnos, Sasha y Dan, consiguen llegar a la
final, en la que compiten contra una pareja de alto nivel. Sasha cree que no
podrán hacer nada para estar a la altura y Dan le dice: “No te preocupes por lo
que ellos sepan y bailemos como nosotros sabemos”. Y entonces habla con Key,
uno de sus compañeros, para que participe también en la actuación. La actuación
se convertirá en un estupendo tango a tres, que deja a todo el público
boquiabierto.
El resultado, pues, tras
todo el proceso de enseñanza/aprendizaje que dirige el profesor de baile, y en
el que sus alumnos acaban gustosamente inmersos, es una mejora notable de la
propia autoestima, de los valores que tenían, de sus actitudes frente a los
problemas y el mundo, y un cambio de actitud también en lo referente a la
educación, la escuela, la disciplina y en cómo orientar su propia vida.
Recordemos que la película está basada en hechos reales y que el personaje de
Pierre Dulaine es completamente real. De hecho, los programas de baile en los
institutos de Nueva York y de muchas otras ciudades de Estados Unidos funcionan
a partir del que Dulaine creó, y está comprobado que los alumnos que asisten a
dichos programas mejoran en muchos aspectos de su educación. Podríamos decir
que Dulaine, el baile y su mente innovadora obraron el milagro, y lograron
convertir a los patitos feos del instituto en unos bellísimos cisnes.
Este texto fue publicado en la Revista Gurb el 23 de febrero de 2016: http://www.gurbrevista.com/2016/02/cine-y-educacion-ii-dulaine/
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