Hoy
no tengo sueño.
Accesibilidad.
Tengo
la mente despejada.
Conservación.
Mi
lucha es con el aburrimiento.
Sostenibilidad.
Al
megáfono le ha crecido melena. Aunque otras cosas siguen inmutables.
Soniquete,
soniquete, soniquete.
Alguien
interrumpe al megáfono melenas.
Se
rompió el encanto. Soniquete ha muerto (caritas tristes).
Y
los cuentos han desaparecido. ¿Quién quiere leer la historia de Caperucita si
puede verla en la pantalla de su Smartphone?
(Nota
mental: buscar muchos vídeos de dibujos animados para entretener a mis tres
hijos.)
Licencia
de obras, dice el melenas.
Antes
nos tomábamos licencias poéticas… (carita triste, otra vez).
Pero
los poetas están en vías de extinción. Si no se han extinguido ya, sustituidos
por Houdinis de pega que escriben ripios resultones.
Que
nadie se equivoque, yo no sé escribir poemas. Esto es una reflexión a la
desesperada.
Y
ahora el megáfono tiene nombre de mujer pero voz de Manolo.
Habla
de inspecciones e informes. Burocracia.
Otra
vez la maldita burocracia. “Vuelva usted mañana”.
Ha
vuelto… Soniquete, soniquete, soniquete.
Un
*HAIGA acaba de saetear mi vida.
Esta
vez sí…
¡¡Que
ME corten la cabeza!!
Chaplin,
Brando, Loren, Grant, Monroe, Gere y Sarandon.
Todos
me miran con curiosidad.
Los
papeles se han invertido y observan mi vida, paralizada por el megáfono Manolo,
esperando que yo interprete un gran papel.
De
otra, será de otra.
(Como
antes de mis besos).
¡Dejad
de mirarme!
Sólo
soy un personaje de ficción de un texto de ficción escrito por una
desequilibrada.
Papel
mojado, sin más.
Ya
dirá el lector si la escritora rompió su bloqueo con éxito o sigue encerrada en
la habitación de Fermat, con las paredes cada vez más cerca de aplastarla.
Megáfono
Manolo ha muerto.
Por
fin…
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