sábado, 24 de agosto de 2013

NÉMESIS Y LAS FURIAS (II)

Han pasado un par de semanas desde la primera vez que vi a mi abuela mirándome con cara de enfado, y las cosas no van a mejor. Llevo un par de días casi sin dormir. Las “visitas” de mi abuela y su dedo acusador se repiten y la fatiga no me abandona. Esta mañana me he tenido que dar una ducha casi fría para despejarme antes de irme al conservatorio… ¡menos mal que estamos en junio! Hoy tengo que estar fresco, que tengo el examen final con los de historia de la música. 

-      Venga chicos, os quiero separados y sin trastos delante en cinco minutos. Y que nadie pregunte si el examen es fácil…

Los chicos se distribuyen con cierta pereza pero podemos comenzar el examen a tiempo. Se les nota plenamente concentrados, sobre todo por el silencio sepulcral que hay en el aula. Y aprovecho para echar un vistazo a los exámenes que hice el día anterior en otro curso.

Y justo cuando estoy leyendo sus respuestas sobre las características de la fuga en el Barroco, escucho que alguien grita mi nombre: “¡Manuel!, ¡Manueeeel!”. Levanto la cabeza, sobresaltado, buscando la procedencia de la voz, pero no veo nada extraño. Ningún alumno ha levantado la cabeza de su examen ni ocurre nada. Y vuelvo a escuchar mi nombre a gritos: “¡Manuel!, ¡Manueeeel!”. Salgo al pasillo por si acaso. Nadie, pasillo vacio… y otra vez la voz de mujer gritando mi nombre: “¡Manuel!, ¡Manueeeel!”.

De repente comprendo y me entran los siete males de golpe. ¿No es suficiente el no dejarme descansar que ahora ni siquiera me vas a dejar trabajar? Ya está bien, ya se pasa de castaño oscuro la buena señora. O lo aclaro, o me vuelvo loco… si no lo estoy ya, claro.
Estoy cardíaco, pero no puedo salir corriendo a hablar con Aurora… tendré que esperar a que mis chicos acaben el examen.

Tras finalizar el examen, busco su número en la agenda de mi móvil, quince minutos y una charla amigable después, quedamos para esa misma tarde. Ella es la persona indicada para ayudarme a resolver las dudas y para hacer que las misteriosas y silenciosas visitas de mi abuela cesen…

A las 18h en punto llamo al timbre de su casa. Solemos quedar allí, porque es mucho más discreto que verse en un bar. Me recibe afectuosa y me hace pasar al salón. Nos sentamos alrededor de una mesita redonda, con un tapete de plástico al uso y otro encima de fieltro, para poder desplegar las cartas. Como siempre, me pide que no le cuente nada, solo que baraje las cartas y se las dé… Lo hago y en cuanto saca las primeras cartas, habla de una mujer que no me deja descansar. Y como un huracán llega, siento su presencia allí…


Ahora sí que empieza lo bueno… 




CONTINUARÁ…



Este texto puede leerse también en el Periódico mexicano La Verdad: 
http://periodicolaverdad.mx/nemesis-y-las-furias-ii.html

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