sábado, 3 de agosto de 2013

GÉNESIS (III)

Por eso un día,
vi por última vez
tu figura recostada en el rojo fondo de la habitación
donde conocí más furia que ternura
y te dije adiós
desde el caliente fondo de mis entrañas,
desde el río de lava de mi corazón.
[…]
Para nunca jamás
esta Eva verá espejismos de paraíso
o morderá manzanas dulces y peligrosas,
orgullosas,
soberbias,
inadecuadas
para el amor.

Eva advierte sobre las manzanas, Gioconda Belli



Eva ha cambiado su actitud respecto a Adán. Ya no huye de sus miradas, ahora se las devuelve adornadas con sonrisas, con una mezcla de inocencia y picardía que a Adán le resulta irresistible. Aprovecha el deseo que él siente para ir ganando terreno, ir librándose de tareas y venciendo la resistencia de Adán. Y cualquier excusa es buena para pasar tiempo con él…

-      Adán, ¿me echas una mano en la cocina? Aun no le he pillado el truco a cocinar el pato a la naranja y tengo entendido que tú eres todo un experto – le dice con una sonrisa inocente y cara de niña buena.

-      ¿Pato a la naranja? ¿Celebramos algo?

-      No, simplemente he pensado que a la Creadora le gustaría una cena diferente. Y tal vez a ti también… Pero en fin, lo que quiero es que me eches un cable. ¿Te animas?

-      Claro… conociéndote, si no lo hago cenaremos pato a la brasa.

-      Exagerado… - le dice sacándole la lengua – Venga, ven y ayúdame…

Se encaminan hacia la larga pero estrecha cocina de la casa de la Creadora, El Paraíso se llama, comentando trivialidades, entre sonrisas y miradas cómplices. Una vez en la cocina, Adán comprueba que estén todos los ingredientes necesarios. Va sacándolos de la nevera y pasándoselos a Eva, quien aprovecha la situación para rozar sus manos de forma inocente pero constante, sin dejar de lanzarle sonrisas dulces. Después, Adán se dispone a dorar el pato mientras Eva prepara separa una naranja y la exprime, para añadirla a la cazuela.  

Según Adán, deben dejar cocer el pato y el jugo de naranja durante 20 minutos, de modo que aprovechan ese tiempo para charlar. Pero Eva no puede estarse quieta, y va viene arriba y abajo por la cocina, preparando el licor que le da el toque maestro al plato, y algunos aperitivos. Adán la mira embelesado y ella aprovecha la estrechez de la cocina para propiciar inocentes roces con su cuerpo.

Él solo piensa en detener la nerviosa actividad de Eva por la cocina para recorrer su cuerpo con besos y caricias. Y es justo lo que hace en uno de los roces que ella provoca con su cuerpo. La rodea por la cintura y la atrae hacia sí, pegando a su torso la espalda de la joven. Ella se queda inmóvil en sus brazos y le deja explorar, empieza a sentir de nuevo el hormigueo entre sus piernas, igual que la noche que descubrió las actividades secretas con la Creadora.

Las manos de Adán están acariciando su cuerpo y ella solo puede disfrutar. Caricias en su cintura, en sus hombros, en sus brazos, en sus pechos… y a la vez suaves besos en su cuello, y su nombre susurrado al oído, “Eva…”, con su voz llena de deseo. Su plan es mucho más divertido de lo que pensó en principio… De repente Adán le da la vuelta y la besa.

Y de repente… Eva sale huyendo, dejando solo al atractivo hombre en un clarísimo fuera de juego.

Eso desconcierta a Adán, tanto que no puede evitar seguirla hasta su habitación, donde Eva pretendía refugiarse. Y entonces la locura de la pasión se cierne sobre ellos, anclándolos el uno al otro, como si su hábitat natural hubiese sido siempre estar amarrados.





La Creadora ha notado cierto cambio entre ellos, pero no sabe si es porque la convivencia empieza a suavizarse o porque hay algo que se le escapa. Por ello, está más atenta a sus movimientos, y por ello se ha dado cuenta de que han discutido: ha visto salir corriendo a Eva de la cocina. Pero no le ha dado importancia, “cosas de mis juguetitos” piensa tranquila.  Sin embargo, cuando llega la hora de la cena, Adán y Eva no aparecen y en la cocina solo encuentra un pato carbonizado, empieza a sospechar…

Corre al cuarto de Adán pero allí no hay nadie, y temiendo lo peor acude al cuarto de Eva. Su cara de preocupación se torna cara de espanto cuando abre la puerta y los descubre allí, desnudos en la cama, tiernamente entrelazados, besándose entre jadeos y gemidos de placer. Eva la ve y le sonríe triunfal, sabe que ha conseguido su objetivo. Adán ni siquiera se percata de su presencia, está demasiado entregado a Eva. La Creadora no puede consentir eso…

-      Pero… ¿Cómo os atrevéis a desafiarme de ese modo y mancillar el amor y la confianza que tenía en vosotros? – ruge la Creadora, fuera de sí.

Ahora Adán sí que advierte su presencia. Eva sonríe con más ahínco si cabe.

-      Lo siento, mi Ama, yo, yo… - es lo único que alcanza a balbucear él.

-      Creadora, esto es lo que hay… me prefiere a mí, desde que llegué. Y tú lo sabes… - responde una tranquila y desafiante Eva.

-    ¡Fuera! – la Creadora está fuera de sí – Os quiero fuera de el Paraíso en 15 minutos, el tiempo justo para vestiros y salir de aquí. Ni se os ocurra coger nada, absolutamente todo es mío. A partir de ahora, tendréis que buscaros casa y cobijo, y ganaros el alimento con el sudor de vuestra frente. Si volvéis por aquí, ¡lo pagaréis con vuestra vida! 

Tras decir esto, la Creadora sale de la habitación airada y se encamina al salón, desde cuyo balcón puede vigilar su salida de la casa.

Adán se ha quedado petrificado, querría arreglar el agravio cometido, pero sabe que la decisión es irrevocable, y además, ya no podría abandonar a Eva. Se siente ligado a ella por el destino. Eva se ha levantado de la cama de un salto y se dispone a vestirse. Por fin ha conseguido su ansiada libertad, a partir de ahora su destino será solo suyo.

En 15 minutos salen ambos de la casa, tal y como se les ha ordenado (la última orden que Eva obedecerá en su vida). Adán con el semblante abatido. Eva satisfecha por su libertad.
Llegan hasta la parada de autobús más próxima y esperan. Adán se pregunta cómo podrán subir sin dinero, Eva tiene un bonobus y algo de dinero que ha podido coger a hurtadillas antes de salir de la casa. Cuando el autobús llega, ella se encamina hacia su puerta, sin vacilar. Adán no entiende nada…

-      ¿Pero cómo vamos a subir sin billete ni dinero?- le pregunta en voz baja.

-      Habla por ti, yo tengo el bonobus de la Creadora…

-      Bueno, entonces podremos subir los dos.

-      De eso nada… Nuestra aventura se acaba aquí. Mi libertad es solo mía, y yo elijo con quien compartir mi vida. Y te aseguro que no voy a compartirla con un perrito faldero como tú. Hasta nunca… 


Y Eva sube al bus, disfrutando de su recién estrenada libertad y dejando a Adán en la acera, patidifuso, casi con un ataque de pánico, pensando qué va a hacer ahora y si le será posible regresar con la Creadora.

Eva es libre. Por fin Eva es una mujer completa.



FIN


NOTA: Las serpientes y las manzanas son un adorno que la Creadora añadió posteriormente a su visión de los hechos, solo para culpabilizar a Eva. De Adán… nunca más se supo. 



Este texto puede leerse también en el Periódico mexicano La verdad: 
http://periodicolaverdad.mx/genesis-iii.html

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