Hace dos años escribí el siguiente texto, aproximadamente a estas
horas. Sola delante del ordenador, con la única compañía de una caja de
pañuelos y mis incesantes lágrimas. Me resultaba completamente imposible irme a
dormir como si nada. Necesitaba expresar todo lo que se agolpaba en mi mente y en mi corazón, dejándome casi al borde del colapso. Hacía solo unas horas que acabábamos de enterrar a mi abuelo. Hoy, dos años depués, sigo emocionándome con su recuerdo... Se lo merecía todo. Por eso he decidido rescatar mis palabras y recordarle. Dicen que seguimos vivos mientras alguien nos recuerde, así que vamos a mantener vivo a ese hombre maravilloso que tuve por abuelo y que me hizo ser como soy. Le echo de menos...
UNAS
PALABRAS PARA MI ABUELO LIBERTO
Esta
es una de las tareas más difíciles a las que me he enfrentado jamás: escribir
estas líneas, hacerte este pequeño homenaje que te mereces. Pequeño, no porque
tú lo fueras, sino porque es algo hecho para ti, a tu medida… por eso estas
líneas serán humildes y cariñosas, sencillas, como tú.
Te
has ido silencioso, sin apenas dar trabajo ni hacer ruido. No te gustaba
molestar, al contrario, te encantaba ser útil y ayudar en lo posible. Te has
ido silencioso, sí, pero tu recuerdo resuena fuerte en mi cabeza y mi corazón
te atesora, como al más preciado de los bienes. Recuerdos como, por ejemplo,
cómo me ayudaste a elegir corbata para la comida familiar las navidades pasadas.
O recuerdos como la celebración de tu 90 cumpleaños, con aquella tarta por
sorpresa y los aplausos de las mesas vecinas en el restaurante. Recuerdo
también tardes llenas de conversaciones en las que contabas recuerdos de tu
juventud, de tu matrimonio o incluso de tu niñez. Memoria prodigiosa, capaz de recordar
versos de la infancia con casi 90 años.
Recuerdo tu sabiduría, no de hombre de
libros, sino de hombre de campo, de trabajo… de vida. Sabiduría del hombre que
vivió el siglo con más cambios políticos en España y en Europa, que conoció la
vida cotidiana sin tecnología y la invasión de esa tecnología en todos los
ámbitos de la vida. Sabiduría del hombre que confiaba más en sus manos o en su
gente, que en los designios de cualquier dios caprichoso.
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Mi abuelo en su juventud |
Tu
silenciosa partida y todos estos recuerdos son lo que me ha movido a escribir.
Necesito despedirte, decirte aquello que no pude decir antes de que Caronte te
subiera en su barca. Y lo que hay que decir es muy simple: GRACIAS… por todo.
Por estar siempre ahí, por saber perdonar cuando fue necesario, por querernos
con toda tu alma, por amar a tu mujer hasta el último aliento, por escucharnos
y aconsejarnos con tu buen criterio… por ser una persona maravillosa y
demostrarlo en cada gesto.
Te
has ido, pero te llevaste algo más que la moneda para el barquero. Tus maletas
iban repletas de amor, de cariño, de una existencia feliz al lado de la mujer
de tu vida, de ver nacer y crecer a tus hijos y a tus nietos. Te llevaste el
cariño de amigos verdaderos y la satisfacción del trabajo bien hecho en todos
los aspectos de tu vida. Tu viaje último fue en un día de tiempo primaveral,
aunque oficialmente todavía en invierno. Era invierno, sí, pero el sol te
acompañaba, para darte luz y calor, y evitar ese frío que tan poco te gustaba.
Te despedimos entre lágrimas, pero sabiendo que te dejamos en buena compañía,
descansando al lado de tu compañera en el camino de la vida, que se adelantó en
el viaje de la muerte pero no para abandonarte, sino únicamente para poder
mostrarte el camino cuando tú llegases. Espero que el reencuentro sea
maravilloso.
Jamás
olvidaré tu fortaleza, ni cómo luchaste contra la muerte hasta el último
segundo. Siempre te llevaré conmigo.
Tu nieta Sandra