lunes, 18 de enero de 2016

FUTURO INCIERTO (II)

LAS 12h. QUECO

Espero haberme equivocado en la lectura de las cartas. El destino no puede ser tan jodido.

“Ayuda. Ayuda…”  Y encima esto, una presencia que se manifiesta desde hace rato pero a la que no veo. ¿Quién me reclama? “Muerto soy”. Suena a Siglo de Oro o a héroes románticos, como el Tenorio. No entiendo nada, joder. Voy a llamar a mi madre, siempre sabe qué hacer en estos casos. Sabe mucho más que yo de estos temas.

"Muerto soy"


Bang!!
Demasiado tarde. Ya ha empezado.
Bang!! Bang!! Bang!!

Karina, Sergio y dos japoneses heridos. Esto no ha hecho más que empezar. ¿Y ahora qué hago? ¿Verles morir a todos? ¿Por qué no heredaría una miopía como todo el mundo? A los de arriba, echadme un cable. No me ignoréis… ¡hoy no!

“Ayuda. Ayuda…” Déjame en paz, quien coño seas. Se van a cargar a toda esta gente y no puedo encargarme de un muerto. ¡Lárgate! “Muerto soy”… que sí, pesao, que eso ya lo sé. ¡Que te pires!

Bang!! Japonés muerto. Mierda, los están rematando… ¿Qué coño hago? ¿Qué coño hago? “Ayuda. Ayuda…” Joder, eso es lo que ellos necesitan, no tú.

Bang!! Bang!! Bang!! “Que me matan. Muerto soy”
¡Sergio! ¡Karina! Esto no puede estar pasando…
“Ayuda. Ayuda…”

No sé si me levanto yo o me levanta esa presencia que repite con insistencia “Muerto soy”, pero casi sin darme cuenta me veo avanzando lentamente hacia los locos de los fusiles, manos en alto y cara de circunstancias, pensando en qué voy a decirles si llego vivo hasta ellos.

   —    Este pringao quiere morir… —es lo primero que dice uno de ellos cuando me ve avanzando. Mal empezamos.
     —    No. Sólo quiero hablar con vosotros.
     —    ¿Crees que queremos conversación, nenaza? —el mismo de antes. Parece el cabecilla.
     —    Hay dinero en la caja, estos japoneses han vaciado media tienda y os podéis llevar todo lo que haya. Dejad de matar gente, no es necesario.
     —    ¡Calla, chaval! La pasta nos la suda.
     —    ¿Entonces? No tenemos más que dulces y dinero. ¿Esto qué es? —respondo indignado.
   —    Esto es nuestro “proyecto de primavera” –dice el enajenado haciendo el gesto de comillas con las manos-. ¡Una masacre! ¿A que sí, colegas?
     —    ¡Seeeeeeeh! ¡Una masacre! ¡Una masacre!


¡Una masacre!


Su objetivo es únicamente matar, es una especie de macabra diversión para ellos. Un videojuego más en el que matar abuelas y japoneses suma puntos, aunque aquí la muerte es real. Pero eso no les importa. “¡Una masacre!”, siguen gritando, enajenados… o simplemente malvados.

      —    Vamos a ver, un poco de calma. Seguro que pod…

Bang!!
“Muerto soy. Ayuda, me han matado…”

¡Cómo duele! Ufff, esto es peor de lo que pensaba. Tengo un boquete en el estómago, me ha dado de lleno. No creo que aguante demasiado tiempo consciente. Maldito destino…

“¿Pero qué mierda pasa aquí?”, la voz de Miguel me saca de mis fatales pensamientos. Intento hacerle señas para que huya, pero el dolor no me permite coordinar bien los movimientos. No deberías haber vuelto, amigo…

Bang, bang!!

Alguien más ha caído, pero no veo nada. Todo se está volviendo oscuro. Creo notar que me arrastran a alguna parte, tal vez detrás de la barra.

      —    Queco, Queco, estoy aquí, tío. ¿Me oyes? ¡Contesta, por Dios!
     —    ¿Miguel? —apenas puedo abrir los ojos. Alcanzo a ver con esfuerzo a mi amigo, entre brumas.
      —    Tranquilo tío, saldremos de ésta. Te lo prometo.

Durante unos interminables minutos apenas siento nada. Sólo sé que Miguel está a mi lado y que esos locos aun siguen ahí. Por alguna razón que desconozco han dejado de matar.
Sirenas. Ahí está el porqué.

Parece que se van, aunque no estoy seguro. Hablan entre ellos, pero no alcanzo a entenderles. Sólo puedo escuchar “bla, bla, bla, grrr…”. No sé qué ocurre y empiezo a ver a mi lado, por fin, a esa presencia que decía “Muerto soy” sin cesar. Se parece mucho a mí, pero va vestido con ropa antigua y lleva barba. Tal vez el tatarabuelo que murió misteriosamente. Esa historia siempre ha sido una especie de leyenda negra de la familia. Asesinado, decían unos, suicidio, decían otros. Accidente, dijeron muchos. Parece que la historia se repite: el lugar y el sitio equivocados y a ver la barca de Caronte.

Definitivamente los encapuchados se han ido.

"Ahora únicamente me transmite paz y calma"
El final ya está aquí, a cada minuto que pasa noto más y más que me falta el aire y ese hombre que ahora veo me sonríe. Abre sus brazos indicándome que me recibe con cariño, ha dejado de decir como un autómata “Muerto soy” y ahora únicamente me transmite paz y calma. Siento que me abraza pero no puedo resignarme a terminar así; hago un esfuerzo por luchar y aferrarme a la vida, no he podido despedirme de nadie y jamás me he atrevido a confesarle a Miguel que le quiero, que estoy enamorado de él…

Mi esfuerzo consigue que pueda abrir los ojos y ver que es Miguel quien me abraza. Ahora, justo cuando mi vida se está extinguiendo. Espero que me compenséis en la próxima vida, ¿me estáis oyendo, parcas o quienes manejéis los hilos del destino? 



     —    Quiero que sepas que siempre te he querido, tío. Te quiero.

Miguel me confiesa su amor, algo que en los últimos meses sospeché pero jamás llegué a creerme del todo. Era imposible que mi sueño se estuviera cumpliendo. Me equivocaba, aunque ya es tarde.

      —    Y yo…


A duras penas puedo musitar esa débil respuesta. Sonrío por última vez en mi vida y cierro los ojos allí, expirando el último aliento en la pastelería que fue una nueva ilusión en mi vida. Ahora todo ha terminado y mi yo del pasado me coge por los hombros y me acompaña hacia la luz. 



Sigue leyendo la historia aquí

No hay comentarios:

Publicar un comentario