LAS
12h. QUECO
Espero haberme equivocado en la lectura de las
cartas. El destino no puede ser
tan jodido.
“Ayuda. Ayuda…”
Y encima esto, una presencia que se manifiesta desde hace rato pero a la
que no veo. ¿Quién me reclama? “Muerto soy”. Suena a Siglo de Oro o a héroes
románticos, como el Tenorio. No entiendo nada, joder. Voy a llamar a mi madre,
siempre sabe qué hacer en estos casos. Sabe mucho más que yo de estos temas.
Bang!!
Demasiado tarde. Ya ha empezado.
Karina, Sergio y dos japoneses heridos. Esto no ha
hecho más que empezar. ¿Y ahora qué hago? ¿Verles morir a todos? ¿Por qué no
heredaría una miopía como todo el mundo? A los de arriba, echadme un cable. No
me ignoréis… ¡hoy no!
“Ayuda. Ayuda…” Déjame en paz, quien coño seas. Se
van a cargar a toda esta gente y no puedo encargarme de un muerto. ¡Lárgate!
“Muerto soy”… que sí, pesao, que eso
ya lo sé. ¡Que te pires!
Bang!! Japonés muerto. Mierda, los están rematando…
¿Qué coño hago? ¿Qué coño hago? “Ayuda. Ayuda…” Joder, eso es lo que ellos
necesitan, no tú.
Bang!! Bang!! Bang!! “Que me matan. Muerto soy”
¡Sergio! ¡Karina! Esto no puede estar pasando…
“Ayuda. Ayuda…”
No sé si me levanto yo o me levanta esa presencia
que repite con insistencia “Muerto soy”, pero casi sin darme cuenta me veo
avanzando lentamente hacia los locos de los fusiles, manos en alto y cara de
circunstancias, pensando en qué voy a decirles si llego vivo hasta ellos.
— Este pringao
quiere morir… —es lo primero que dice uno de ellos cuando me ve avanzando. Mal
empezamos.
— No. Sólo quiero hablar con vosotros.
— ¿Crees que queremos conversación, nenaza? —el mismo
de antes. Parece el cabecilla.
— Hay dinero en la caja, estos japoneses han vaciado
media tienda y os podéis llevar todo lo que haya. Dejad de matar gente, no es
necesario.
— ¡Calla, chaval! La pasta nos la suda.
— ¿Entonces? No tenemos más que dulces y dinero. ¿Esto
qué es? —respondo indignado.
— Esto es nuestro “proyecto de primavera” –dice el
enajenado haciendo el gesto de comillas con las manos-. ¡Una masacre! ¿A que
sí, colegas?
— ¡Seeeeeeeh! ¡Una masacre! ¡Una masacre!
Su objetivo es únicamente matar, es una especie de
macabra diversión para ellos. Un videojuego más en el que matar abuelas y
japoneses suma puntos, aunque aquí la muerte es real. Pero eso no les importa.
“¡Una masacre!”, siguen gritando, enajenados… o simplemente malvados.
— Vamos a ver, un poco de calma. Seguro que pod…
Bang!!
“Muerto soy. Ayuda, me han matado…”
¡Cómo duele! Ufff, esto es peor de lo que pensaba.
Tengo un boquete en el estómago, me ha dado de lleno. No creo que aguante
demasiado tiempo consciente. Maldito destino…
“¿Pero qué mierda pasa aquí?”, la voz de Miguel me
saca de mis fatales pensamientos. Intento hacerle señas para que huya, pero el
dolor no me permite coordinar bien los movimientos. No deberías haber vuelto,
amigo…
Bang, bang!!
Alguien más ha caído, pero no veo nada. Todo se está
volviendo oscuro. Creo notar que me arrastran a alguna parte, tal vez detrás de
la barra.
— Queco, Queco, estoy aquí, tío. ¿Me oyes? ¡Contesta,
por Dios!
— ¿Miguel? —apenas puedo abrir los ojos. Alcanzo a ver
con esfuerzo a mi amigo, entre brumas.
— Tranquilo tío, saldremos de ésta. Te lo prometo.
Durante unos interminables minutos apenas siento
nada. Sólo sé que Miguel está a mi lado y que esos locos aun siguen ahí. Por
alguna razón que desconozco han dejado de matar.
Sirenas. Ahí está el porqué.
Parece que se van, aunque no estoy seguro. Hablan entre
ellos, pero no alcanzo a entenderles. Sólo puedo escuchar “bla, bla, bla,
grrr…”. No sé qué ocurre y empiezo a ver a mi lado, por fin, a esa presencia
que decía “Muerto soy” sin cesar. Se parece mucho a mí, pero va vestido con
ropa antigua y lleva barba. Tal vez el tatarabuelo que murió misteriosamente.
Esa historia siempre ha sido una especie de leyenda negra de la familia.
Asesinado, decían unos, suicidio, decían otros. Accidente, dijeron muchos.
Parece que la historia se repite: el lugar y el sitio equivocados y a ver la barca
de Caronte.
Definitivamente los encapuchados se han ido.
"Ahora únicamente me transmite paz y calma" |
Mi esfuerzo consigue que pueda abrir los ojos y ver
que es Miguel quien me abraza. Ahora, justo cuando mi vida se está
extinguiendo. Espero que me compenséis en la próxima vida, ¿me estáis oyendo,
parcas o quienes manejéis los hilos del destino?
— Quiero que sepas que siempre te he querido, tío. Te
quiero.
Miguel me confiesa su amor, algo que en los últimos
meses sospeché pero jamás llegué a creerme del todo. Era imposible que mi sueño
se estuviera cumpliendo. Me equivocaba, aunque ya es tarde.
— Y yo…
A duras penas puedo musitar esa débil respuesta.
Sonrío por última vez en mi vida y cierro los ojos allí, expirando el último
aliento en la pastelería que fue una nueva ilusión en mi vida. Ahora todo ha
terminado y mi yo del pasado me coge por los hombros y me acompaña hacia la
luz.
Sigue leyendo la historia aquí.
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